La historia de mi familia comenzó hace ya varias décadas en Montpellier, una ciudad ubicada al sur de Francia, la que destaca por su producción de textiles y por supuesto, el buen vino. Mis antepasados, laboraban en esto. Estaban los Dumont, los Morin, los Gaillard, los Betancourt y los Bassou. Todos buenos bebedores sociales, como diría, elegantemente, mi bisabuela que en paz descanse. Los Aranguiz mientras tanto desarrollaban su vida en la provincia de Álava, del País Vasco ( España). Pero, no haré referencia a su vida ahí, debido a que es fome en comparación con la de la familia francesa.
Mi bisabuela cuenta que Mont` (como ella abreviaba) era un lugar bonito, plasmado de verde por aquí, y verde por allá. Tiene un jardín botánico, el arco del triunfo y el acueducto de San Clemente. Con sus hermanos, primos y golazos (que en ese tiempo eran varios) gustaban de recorrer el río aledaño, y elevar cometas bien chantas de paños de tela muy delgadas. Tenían pelotas de trapo y muñecas de trapo. Y es que usar "trapo" en esos años era muy top. Clarisse (Clarisa más tarde) era buena hija, buena hermana, buena sobrina, buena nieta, buena pianista y buena besadora. Mi bisabuela decía que de todos los largos lazos sanguíneos perdidos con tanto casorio y sexo espontáneo. Lo único que quedó, fue lo de buenos besadores, y la inteligencia. Ah! se me olvidaba, y lo de buenos para el vino. Mi bisabuela contaba que uno de sus primos golazos fue elegido Montpellerinos ilustres. No sé cual sería, y cuando quise averiguar quién era, ya la fuente de información había caducado en un terrible Alzheimer. A todo esto, más tarde mis abuelos estaban chorreantes de alegría al saber que en mi colegio impartían francés. Duró poco, y aprendí algo. No obstante, por pendeja malcriada me fui de clases veraniegas del idioma cuna, y también de piano. Ya que tengo los dedos y el oído. Pero nunca las ganas. Y eso no sé de quién lo heredé; lo pajera yo creo que sí fue del lechero. O quizás yo sí nací de la combinación de dos espermios distinto y un óvulo. Soy tan especial. En fin...
Durante 1944 Montpellier fue bombardeado consecutivamente. Marzo, mayo, julio, etc. Estaban en plena segunda guerra mundial. Y ya chatos de contaminación acústica y una reiterada exposición a la propia muerte, decidieron agarrar sus maletas y su yunta de bueyes, y emprender una elegante huida (bien cobarde ¬¬) hacía parajes mejores. Es así, como luego de un arduo viaje en donde perdieron gente, peso y esperanza. Llegaron a Chile!!! País de ilusión. Se ubicaron al sur de esta franja larga y angosta, y lo primero que hicieron fue, abrir una botella de vino. Alzar un salud al aire, chocar copas, y soñar con un futuro mejor, ahogando las penas en este púrpura licor. Tuvieron viñas, empresas textiles, y cuanta cosas pueda soñar, señor lector. No obstante, el idioma se perdió, el talento para el piano se perdió, la historia se perdió. Aunque algo haya rescatado, no es la historia completa.
Cuando algún día viaje a Francia, me gustaría ir a Montpellier, y recorrer sus verdes laderas. Quizás me defienda un poco o nada con lo que sé de francés, o incluso podría aprender a la fuerza. Como Bart Simpson, ¿vieron ese capítulo? Supongo que es mejor que mi historia.
bon adieu!
Música ♡
sábado, 6 de febrero de 2010
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