Música ♡
domingo, 25 de abril de 2010
Fotografía del día de antaño
The kiss at Time Square - Victor Jorgensen
Beso de despedida a la Guerra fue tomada por Victor Jorgensen en Times Square el 14 de Agosto de 1945, en la que se puede ver a un soldado de la marina norteamericana besando apasionadamente a una enfermera. Al contrario de lo que lo que comúnmente se piensa, estos 2 personajes no eran pareja, sino que eran unos perfectos extraños que se habían encontrado allí. La fotografía, todo un icono, es considerada una analogía de la excitación y pasión que significa regresar a casa tras pasar una larga temporada fuera, como también la alegría experimentada al acabar una guerra.
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Back,
Naturaleza muerta
Yo tuve tiña y mi hermano no.-
Hace un rato me junté con mi hermano, para hablar de los pormenores de nuestras existencias en esta semana. Nos divertimos dando una y mil vueltas por el paseo Ahumada, siendo espectadores de diversos shows callejeros. Fuimos a una feria del libro en Plaza de Armas y luego a comer italianos con Coca Cola en el local de Don Pepe. Muy rico. Los italianos.
De vuelta, en la micro rumbo a nuestros respectivos hogares (separados), nos acordamos de cuando viví una horrible situación (una de tantas) en mi infancia. Resulta, que cuando vivíamos con mis abuelos teníamos muchas mascotas. Una de las características; el famoso e infaltable gato peludo.
Mi hermano y yo solíamos jugar con el gato; imaginábamos que era una bufanda, nos la poníamos en el cuello y tratábamos de darle la mayor cantidad de vueltas posibles. Sin embargo, ignorábamos que el gato tenía tiña. Y la única que se contagió de tiña, fui yo. La que se llenó de antimicóticos; fui yo. La que debió ocultar su cuello con una horrible bufanda, fui yo. Y la que se sintió presa del bulling o perseguida por los niños que jugaban a la tiña, y me gritaban tiñosa, fui yo. Pero esto último, era sólo durante el juego, ya que nadie sabía lo del verdadero objetivo del uso de mi bufanda. Sólo mis mejores amigas de la básica, que obvio, eran mis diarios de vida andantes. Demás y se les escapó alguna vez. Pero qué le vamos a hacer, como dice el dicho: secretos de dos no son de Dios.
Ahora revelo este secreto: YO TUVE TIÑA, y no me avergüenzo. Me enorgullezco de ser más animal y gatuna que otros. Me enorgullezco de haber tenido más enfermedades raras que otros, y me enorgullezco de haber sabido llevar ese horrible momento. Como la película de la niña bonita que tenía una nariz de chancho y también se tenía que ocultar tras una bufanda. Penélope se llamaba.
Aunque, honestamente no sé que sea más asqueroso: si tener una nariz de chancho o tener tiña. Bueno, en ambos casos, desaparecieron y no tuvimos que seguir usando bufandas.
:)
De vuelta, en la micro rumbo a nuestros respectivos hogares (separados), nos acordamos de cuando viví una horrible situación (una de tantas) en mi infancia. Resulta, que cuando vivíamos con mis abuelos teníamos muchas mascotas. Una de las características; el famoso e infaltable gato peludo.
Mi hermano y yo solíamos jugar con el gato; imaginábamos que era una bufanda, nos la poníamos en el cuello y tratábamos de darle la mayor cantidad de vueltas posibles. Sin embargo, ignorábamos que el gato tenía tiña. Y la única que se contagió de tiña, fui yo. La que se llenó de antimicóticos; fui yo. La que debió ocultar su cuello con una horrible bufanda, fui yo. Y la que se sintió presa del bulling o perseguida por los niños que jugaban a la tiña, y me gritaban tiñosa, fui yo. Pero esto último, era sólo durante el juego, ya que nadie sabía lo del verdadero objetivo del uso de mi bufanda. Sólo mis mejores amigas de la básica, que obvio, eran mis diarios de vida andantes. Demás y se les escapó alguna vez. Pero qué le vamos a hacer, como dice el dicho: secretos de dos no son de Dios.
Ahora revelo este secreto: YO TUVE TIÑA, y no me avergüenzo. Me enorgullezco de ser más animal y gatuna que otros. Me enorgullezco de haber tenido más enfermedades raras que otros, y me enorgullezco de haber sabido llevar ese horrible momento. Como la película de la niña bonita que tenía una nariz de chancho y también se tenía que ocultar tras una bufanda. Penélope se llamaba.
Aunque, honestamente no sé que sea más asqueroso: si tener una nariz de chancho o tener tiña. Bueno, en ambos casos, desaparecieron y no tuvimos que seguir usando bufandas.
:)
G r o u p i e
Corría el viento raudo y veloz una tarde de verano. Sentada en la escalera, a oscuras, la cabeza apoyada en la pared de madera antigua. Suena una musical melodía en el teléfono móvil y despabilando sutilmente sus ojos marrones de amplias ilusiones y pestañas, contesta con voz baja. Dicen que han de juntarse, responde que sí. Y es que era de esperarse, pues no se habían visto hace tiempo. Cientos de kilómetros separaban una amistad y ahora se revertía la situación haciendo caso omiso al tiempo que corría como reloj enfurecido. Queda de pasar a ser buscada por su amigo de la vida, aquel en que depositaba algo más que una vago querer; ya se sabía que la hermandad cobraba vida en su palpitar. Sucede algo; menciona, imagina situaciones pocas y muy probables. No lo puede creer, él está aquí. Nuevamente. Él. Y también ha de venir por ella. Ella lo intuía, a sus 18 años era capaz de predecir algo más que sus ciclos menstruales. O la talla que envolviera sus suaves y armoniosos pechos, junto a aquel secreto lunar que robara la emoción de sólo un espejo. Aquel que reflejará sus más íntimos y crudos sentimientos. Los que se encontraban en un estado de PAUSE, ya que la muchacha no quería darle STOP. Nuevamente se volvería a marchar, emprendiendo rumbo a sus musicales rutas. Quizás habría un feliz final, quizás no. Pero lo que sintió al saberlo a unos metros de ella; desató un fuego inmenso que se albergaba en el fondo de su seno, y comenzaba a recorrer cada tramo de su cuerpo. Quemando con dolor y cruda pasión cada trozo de su ser. Haciendo explotar en la superficie de su piel como un torbellino infernal que desataba mil mariposas de fuego. Las podía sentir en los puntos más sensibles de su femenina identidad. Estaban allí, y ella sabía que no había límite. Había probado tantas veces su sabor y necesitaba hacerlo una vez más. Lo había extrañado, en cuerpo y alma. Lo había soñado, una, dos, tres, infinitas veces y quería tenerlo entre sus brazos cuanto tiempo fuese posible. Se había enamorado como se enamoran todas las mujeres inteligentes. Como una idiota.
Necesitaba verse deseable, se puso perfume en los lugares que más le quemaban tratando de apaciguar el calor que allí emanaba. Vistió un delicado vestido azul y café que jugaba con sus suaves ojos, y colocó unos pequeños y perfectos aretes que sabía llamarían la atención de su amante. Deseable, una palabra, de pocas sílabas.
Se encontraron, fueron nuevamente presentados por el amigo en común, se miraron y trataron de descubrir que cosas habían cambiado en ellos. No había nada distinto. Todo seguía en su lugar, al menos lo físico. No obstante, la muchacha exhibía un brillo extraño frente a los ojos de aquel músico. Necesitaba ser deseada, y él ocultaba el palpitar de su musculatura bajo su desgastada casaca de cuero, aquella que había sobrevivido tantos conflictos.
Necesitaba ser deseada, y ella contaba las partículas de polvo fervientemente, tratando de no caer en la desesperación de esperar uno de aquellos perfectos momentos en que ambos quedaran solos. Creía volverse loca de la espera y jugaba con sus largos y pálidos dedos.
Sin embargo, el músico la ansiaba fogozamente. Y vaya que la deseaba, así y más aún de lo que ella lo deseaba.
Cuando estaba en la media, mi mamá solía percatarse a veces de lo hepático de mis dedos.
- ¿Por qué tus dedos están tan amarillos Paulina Nicole?
Era su típica pregunta en la once, el momento en que más la veía y más encima estaba a punto de castigarme por andar dándomelas de agrandá.
- Porque comí muchos Chester con la Leslie mamá. Muchos.
I love you, puchito.-
Esta noche soñaré que me devoras mientras duermo.
Mañana amaneceré dentro de ti.
Animals (and the tollkeeper)
sábado, 24 de abril de 2010
Octubre
Se puso de pie, giró de un movimiento veloz sobre sus pies y apagó el cigarrillo en el improvisado cenicero - Me gusta esta canción de Led!- Subió el volumen, y comenzó a quitarse el pijama percudido, lenta y tortuosamente. Frente al espejo divisó su huesuda figura, sus caderas y costillas. Aquellas que meses atrás, componían un armonioso y bien dotado cuerpo. Ahora podía meterse en los delgados trajes que usara tiempo atrás, o quizá ser mejor que esas famosas modelos extranjeras. No sabía porque lo hacía, o por qué lo había dejado de hacer. No tenía hambre de nada. Absolutamente, de nada. - Menudo lío- dijo y se puso la toalla de baño. Se dirigió a la ducha, y se sumergió bajo la lluvia de vaporosa y tibia agua. Sus ojos también se tiñeron de tibia agua, no sólo saliente de la ducha sino de sus ojos, ya no quería vivir, ese era el problema, quizás más urgente. Era aquello que la dejaba sin aliento a veces, lo que la hacía despertar y querer seguir durmiendo en un profundo sueño. Aquello que varías veces, incendió momentos e hizo, que ya no amara su vida.
viernes, 23 de abril de 2010
El payaso del siglo XXI
En las ruidosas y heladas mañanas de la gran capital, en la estación de metro Irarrázabal aparece colorido y musical, el ser que por tanto tiempo formó parte de mis más crudas pesadillas. El payaso.
Saluda alegremente a los que por ahí estresados y contra el tiempo pasan, tratando de sacar notas musicales de un serrucho que deliberada y sincronizadamente mueve. No espera una respuesta, ni siquiera sacar sonrisas ya que pertenece a la raza de payasos del siglo XXI, quiénes se conforman con sorprender y cambiar la rutina de una mañana. Si alguna moneda arranca del bolsillo de alguna persona, aún mejor. Pero no es el objetivo.
Cierto día en que atrasada iba, sin ánimos de llegar temprano, me deslicé en bajada como ánima por la escalera de la estación y lo vi de nuevo. No me dio miedo. Nadie lo "pescaba", todos pendientes y centrados en sí mismos. Mezquinos. Corrí esquivando a los transeúntes y me ubiqué a su izquierda, se volvió hacia mí, le miré sin pestañear, le sonreí y antes de que pensará en mi locura y extrañeza. Le dije "hola". Y le di la mano. Me miró extrañado, sonrió e hizo el gesto de darme cien pesos.
Ya no le tengo miedo a tantas cosas, y vaya que la lista era larga.
Saluda alegremente a los que por ahí estresados y contra el tiempo pasan, tratando de sacar notas musicales de un serrucho que deliberada y sincronizadamente mueve. No espera una respuesta, ni siquiera sacar sonrisas ya que pertenece a la raza de payasos del siglo XXI, quiénes se conforman con sorprender y cambiar la rutina de una mañana. Si alguna moneda arranca del bolsillo de alguna persona, aún mejor. Pero no es el objetivo.
Cierto día en que atrasada iba, sin ánimos de llegar temprano, me deslicé en bajada como ánima por la escalera de la estación y lo vi de nuevo. No me dio miedo. Nadie lo "pescaba", todos pendientes y centrados en sí mismos. Mezquinos. Corrí esquivando a los transeúntes y me ubiqué a su izquierda, se volvió hacia mí, le miré sin pestañear, le sonreí y antes de que pensará en mi locura y extrañeza. Le dije "hola". Y le di la mano. Me miró extrañado, sonrió e hizo el gesto de darme cien pesos.
Ya no le tengo miedo a tantas cosas, y vaya que la lista era larga.
sábado, 17 de abril de 2010
martes, 13 de abril de 2010
Sólo de ahora en adelante, el cáncer se me quitó. He vuelto a reír y a escribir.
Mi abuelo falleció. Y eso fue lo mejor. Pero aquí seguimos nosotros... Con ganas de reír y también de escribir.
Jamás.-
Bajar los brazos, cediendo ante una posible depresión o un hipocondríaco estrés post traumático; es común en épocas como estas. Recuerdo que cuando llovía, mi lela Olivia Olivo decía que era Dios, quien lloraba pues no me comía toda la comida. O mi tata Sam, que explicaba la sorprendente rudeza de los truenos diciendo que era este mismo supuesto Dios, tocando un gran tambor para amenazar a los pecadores. Mi tata fue toda su vida ateo, así que menos le creía sus suposiciones, si se estaba riendo, con cosas serias. En psiquiatría, eso es incoherencia afectiva. Algo de locura habrá tenido el viejo...
Es tan fácil decir que todo pasa por algo, como lavarse las manos. Es la típica respuesta cliché ante cualquier percance, y la más escuchada por estos lados. Una semana basta para darse cuenta que la Pachamama estaba furiosa con nosotros. Punto. De tanta rabia se mojó el dedo, se mandó un tiritón tipo axé y desató carnavales de ira sobre ciudades con un abundante porvenir.
Pero la esperanza es carpintera y aunque el miedo nos ate de brazos, un capitán jamás abandona su nave. Jamás.
Es tan fácil decir que todo pasa por algo, como lavarse las manos. Es la típica respuesta cliché ante cualquier percance, y la más escuchada por estos lados. Una semana basta para darse cuenta que la Pachamama estaba furiosa con nosotros. Punto. De tanta rabia se mojó el dedo, se mandó un tiritón tipo axé y desató carnavales de ira sobre ciudades con un abundante porvenir.
Pero la esperanza es carpintera y aunque el miedo nos ate de brazos, un capitán jamás abandona su nave. Jamás.
sábado, 10 de abril de 2010
Siempre son importantes las primeras veces. Y los sentimientos y emociones se repiten constantemente; el nerviosismo, la alegría, la duda, etc...Como en el primer día de colegio, o el primer cumpleaños del que se tenga memoria, o la primera vez que pensaste en ser una reina, o en el primer beso, o cuando se deja de andar con las rueditas chicas de la bicicleta, el primer celular, e incluso la primera vez que vas a la disco y el primer amor. Para mi esas cosas desde hace tiempo perdieron importancia. Prefiero correr y no mirar hacia atrás, para no ver como mis recuerdos cursis se desmoronan. Nada es tan bueno como lo que al otro día yo misma pueda crear. Estamos llenos de primeras veces. Sólo que no lo queremos asumir.
Examinar el pasado, rubro por rubro, etapa por etapa, baldosa por baldosa y no llorarse las mentiras, sino cantarse las verdades.-
Mario Benedetti
domingo, 4 de abril de 2010
Please, please, please let me get what I want (The Smiths)
BUENOS TIEMPOS PARA VARIAR
MIRA, LA SUERTE QUE HE TENIDO
HARÍA QUE UN HOMBRE BUENO
SE VOLVIERA MALO
ASÍ QUE POR FAVOR, POR FAVOR, POR FAVOR
DÉJAME, DÉJAME, DÉJAME
CONSEGUIR LO QUE QUIERO
ESTA VEZ
SIN HABER TENIDO UN SUEÑO EN MUCHÍSIMO TIEMPO
MIRA, LA VIDA QUE HE TENIDO
HARÍA A UN HOMBRE BUENO MALO
ASÍ QUE POR UNA VEZ EN MI VIDA
DÉJAME CONSEGUIR LO QUE QUIERO
EL SEÑOR SABE QUE SERÍA LA PRIMERA VEZ
EL SEÑOR SABE QUE SERÍA LA PRIMERA VEZ
MIRA, LA SUERTE QUE HE TENIDO
HARÍA QUE UN HOMBRE BUENO
SE VOLVIERA MALO
ASÍ QUE POR FAVOR, POR FAVOR, POR FAVOR
DÉJAME, DÉJAME, DÉJAME
CONSEGUIR LO QUE QUIERO
ESTA VEZ
SIN HABER TENIDO UN SUEÑO EN MUCHÍSIMO TIEMPO
MIRA, LA VIDA QUE HE TENIDO
HARÍA A UN HOMBRE BUENO MALO
ASÍ QUE POR UNA VEZ EN MI VIDA
DÉJAME CONSEGUIR LO QUE QUIERO
EL SEÑOR SABE QUE SERÍA LA PRIMERA VEZ
EL SEÑOR SABE QUE SERÍA LA PRIMERA VEZ
viernes, 2 de abril de 2010
Descubrí una página genial con fotografías espectaculares y hermosas. Y ya que mi corazón es bastante solidario, compartiré mi descubrimiento con ustedes, anoten:
We ♥ it
Conejito de Pascua.-
Cuando era una pequeña ratona, de alrededor 6-8 años, creía a morir (como mi dioso Américo) en el Conejito de Pascua. Y cómo no, si desde que tuve noción de un Jesús en la cruz, sólo aprendí que no se podía comer carne pero sí chocolate. Todo gracias a la misteriosa visita del Conejito.
- Mamá; ¿por qué los conejos salen de sus nidos a repartir chocolate y en forma de huevos?
- Porque les sirve para salir a pasear y además son muy solidarios con los niños
- Mamá, ¿entonces por qué si son tan buenos, no se dejan ver?
- Porque son tímidos, son conejos
- Pero mamá, por qué Rabito (mi conejo bebé mascota) no se esconde de mí
- Porque él te quiere, hija
- Pero mamá si me quiere, ¿él me trae los huevitos?
- No sé hija, pero recuerda que son muy misteriosos
Quedé toda la infancia con la bala pasada de que mi Rabito, tenía cacao escondido en su jaula-hogar. Y lo vigilaba de todas las maneras posibles día y noche, viendo si en algún momento hacía chocolate y le daba forma de huevo. Él me miraba y me olfateaba con la nariz moviendo sus bigotes aunque estuviera bastante lejos, de verdad que era un tipo muy listo y sabía ser espía mejor que yo. Comía sus zanahorias y vegetales, y creo que intenté explicar la combinación de naranjo y verde, creo que daba algo así como café. Me sorprendieron varias veces empapada en tempera, con planos y maquetas, tratando de entender como su caca sabía a chocolate. La probé dos veces, y no quise intentar una tercera vez, porque de verdad no sabía a chocolate. Hasta que mi mamá me envió de visita acompañada de mi Lela Olivia Olivo donde unas tías morsas en Talcahuano, quienes hicieron que me rindiera con mi plan, entre risas y aplausos por ser tan simpática y divertida. Las mire de reojo, frunciendo con rabia el ceño y prometí dentro de mi misma que si aparecía el conejito sucederían cosas terribles en aquella casa. También me creía hechicera así que les lancé feroz maleficio, les tiré un escupo en el retrete, y me retiré indignada con mi oso Arturo a la cama, esperando que llegara pronto el siguiente día, para virarme de esa casa y regresar a Laja.
Al otro día, desperté entre gritos, ya que del retrete, mientras una de mis tías hacía "su pega"salió un ratón negro y feo que la miró con ojos sigilosos y arrancó por la ventana. Casi se infarta, y me sentí pésimo todo el viaje en microbus hasta el terminal de Concepción, aunque eso demostraba indudablemente mis super poderes de hechicera y las Sailor Moon eran una alpargata a mi lado. Nunca dije que había sido mi culpa, y pensé que de mi escupo salían ratones. Más me valía nunca intentarlo de nuevo, o si no moriría mucha gente por un gran susto.
Al llegar al terminal ese día domingo, mi abuela me dejó en una de las sillas cuidando nuestro equipaje y dijo que debía de hacer una llamada importante. Me quedé comiendo un helado de invierno en un asiento mientras miraba la televisión y transmitían películas de Jesús, y conejos. Divisé a mi abuela a lo lejos, quien se dirigía con una gran sonrisa hacia mí. Parecía una cara de chiste más bien. Me dijo que nos ganáramos cerca de los teléfonos porque... Porque sí. Y le hice caso, con tal de que me comprara otro barquillo de invierno. De repente, comenzó a sonar uno de los teléfonos y miré a mi abuela con mucha incertidumbre, le pregunté que si se podía contestar, que sería divertido. Mi abuela me animó a levantar el auricular y ponérmelo en la oreja, aunque pensaba que la llamada sería para otra persona, porque nadie me llamaría a mí. Al escuchar la voz que salía del auricular, despegó desde el fondo de mi pecho un cohete de felicidad que hizo levantar hasta más no poder mi sonrisa, y mis ojos se llenaron de un fulgor esplendoroso. Era el Conejito de Pascua, quién me dijo que en mi casa había dejado una canasta rosada, con cintas rosadas llena de huevos de chocolate. Comencé a saltar de felicidad y toda la gente a mi alrededor miraba curiosa aquel magno espectáculo. De tanta felicidad, gritando le pregunté si era Rabito y le dije que me había comido dos de sus excrementos y que por favor no me los descontara , hubo un silencio generalizado y hasta mi Rabito se silenció. Pero le dije que nunca más lo haría porque sabía ya que no había chocolate en ellos, y le recalqué que por favor no me los descontara. Y desde el teléfono salió una risa que sumada a las de la gente a mi alrededor hicieron que me sonrojara. Pero no importaba, pues yo tenía la canasta rosada y ellos no.
Cuando arribé en Laja, corrí a mi casa como una verdadera gacela arrancando del ataque de un león. No me importaba nada más, y al tener la canasta en mis manos descubrí que no me habían descontado nada en comparación al año anterior. Había firmado el conejito con su pata, y dejé entredicho que mis investigaciones no acababan porque Rabito debía facilitarme su pata para probar si eran idénticas o no. Me intoxiqué con el chocolate y creí que la maldición que había lanzado contra mis tías había rebotado contra mí, porque de verdad pensaba que me iba a morir. Desde aquel día, el doctor hizo manifiesta la necesidad de quitarme todo chocolate que llegara a mis manos, y que debido a mi alergia nunca iba a saborear. Ni ahí con comer caca de conejo, así que me hice a la abstinencia chocolatera. Mi mamá me convenció de que no tenía super poderes, de que todo era parte de una enfermedad. Pero mi abuela me dijo que todo había sido culpa del conejo. Comencé a dudar de mi amor por ellos y sobretodo por Rabito, quien había tratado de matarme. Eso era entonces. Rabito quiso envenenarme porque lo hostigaba demasiado. Es así como, nunca más seguí con mis planes de perseguir al conejo Rabito, y le di su espacio y su metro cuadrado. Pensé que estaba muy traumado, pero mi mamá me dijo que dejara de inventar y suponer cosas, que simplemente el conejo no era el Conejo de Pascua y que no existía. No lloré ni nada, sólo me quedé en silencio, y no hablé por dos días. Ahí murió toda la magia, pero pude volver a abrazar y acariciar a mi Rabito bonito.
- Mamá; ¿por qué los conejos salen de sus nidos a repartir chocolate y en forma de huevos?
- Porque les sirve para salir a pasear y además son muy solidarios con los niños
- Mamá, ¿entonces por qué si son tan buenos, no se dejan ver?
- Porque son tímidos, son conejos
- Pero mamá, por qué Rabito (mi conejo bebé mascota) no se esconde de mí
- Porque él te quiere, hija
- Pero mamá si me quiere, ¿él me trae los huevitos?
- No sé hija, pero recuerda que son muy misteriosos
Quedé toda la infancia con la bala pasada de que mi Rabito, tenía cacao escondido en su jaula-hogar. Y lo vigilaba de todas las maneras posibles día y noche, viendo si en algún momento hacía chocolate y le daba forma de huevo. Él me miraba y me olfateaba con la nariz moviendo sus bigotes aunque estuviera bastante lejos, de verdad que era un tipo muy listo y sabía ser espía mejor que yo. Comía sus zanahorias y vegetales, y creo que intenté explicar la combinación de naranjo y verde, creo que daba algo así como café. Me sorprendieron varias veces empapada en tempera, con planos y maquetas, tratando de entender como su caca sabía a chocolate. La probé dos veces, y no quise intentar una tercera vez, porque de verdad no sabía a chocolate. Hasta que mi mamá me envió de visita acompañada de mi Lela Olivia Olivo donde unas tías morsas en Talcahuano, quienes hicieron que me rindiera con mi plan, entre risas y aplausos por ser tan simpática y divertida. Las mire de reojo, frunciendo con rabia el ceño y prometí dentro de mi misma que si aparecía el conejito sucederían cosas terribles en aquella casa. También me creía hechicera así que les lancé feroz maleficio, les tiré un escupo en el retrete, y me retiré indignada con mi oso Arturo a la cama, esperando que llegara pronto el siguiente día, para virarme de esa casa y regresar a Laja.
Al otro día, desperté entre gritos, ya que del retrete, mientras una de mis tías hacía "su pega"salió un ratón negro y feo que la miró con ojos sigilosos y arrancó por la ventana. Casi se infarta, y me sentí pésimo todo el viaje en microbus hasta el terminal de Concepción, aunque eso demostraba indudablemente mis super poderes de hechicera y las Sailor Moon eran una alpargata a mi lado. Nunca dije que había sido mi culpa, y pensé que de mi escupo salían ratones. Más me valía nunca intentarlo de nuevo, o si no moriría mucha gente por un gran susto.
Al llegar al terminal ese día domingo, mi abuela me dejó en una de las sillas cuidando nuestro equipaje y dijo que debía de hacer una llamada importante. Me quedé comiendo un helado de invierno en un asiento mientras miraba la televisión y transmitían películas de Jesús, y conejos. Divisé a mi abuela a lo lejos, quien se dirigía con una gran sonrisa hacia mí. Parecía una cara de chiste más bien. Me dijo que nos ganáramos cerca de los teléfonos porque... Porque sí. Y le hice caso, con tal de que me comprara otro barquillo de invierno. De repente, comenzó a sonar uno de los teléfonos y miré a mi abuela con mucha incertidumbre, le pregunté que si se podía contestar, que sería divertido. Mi abuela me animó a levantar el auricular y ponérmelo en la oreja, aunque pensaba que la llamada sería para otra persona, porque nadie me llamaría a mí. Al escuchar la voz que salía del auricular, despegó desde el fondo de mi pecho un cohete de felicidad que hizo levantar hasta más no poder mi sonrisa, y mis ojos se llenaron de un fulgor esplendoroso. Era el Conejito de Pascua, quién me dijo que en mi casa había dejado una canasta rosada, con cintas rosadas llena de huevos de chocolate. Comencé a saltar de felicidad y toda la gente a mi alrededor miraba curiosa aquel magno espectáculo. De tanta felicidad, gritando le pregunté si era Rabito y le dije que me había comido dos de sus excrementos y que por favor no me los descontara , hubo un silencio generalizado y hasta mi Rabito se silenció. Pero le dije que nunca más lo haría porque sabía ya que no había chocolate en ellos, y le recalqué que por favor no me los descontara. Y desde el teléfono salió una risa que sumada a las de la gente a mi alrededor hicieron que me sonrojara. Pero no importaba, pues yo tenía la canasta rosada y ellos no.
Cuando arribé en Laja, corrí a mi casa como una verdadera gacela arrancando del ataque de un león. No me importaba nada más, y al tener la canasta en mis manos descubrí que no me habían descontado nada en comparación al año anterior. Había firmado el conejito con su pata, y dejé entredicho que mis investigaciones no acababan porque Rabito debía facilitarme su pata para probar si eran idénticas o no. Me intoxiqué con el chocolate y creí que la maldición que había lanzado contra mis tías había rebotado contra mí, porque de verdad pensaba que me iba a morir. Desde aquel día, el doctor hizo manifiesta la necesidad de quitarme todo chocolate que llegara a mis manos, y que debido a mi alergia nunca iba a saborear. Ni ahí con comer caca de conejo, así que me hice a la abstinencia chocolatera. Mi mamá me convenció de que no tenía super poderes, de que todo era parte de una enfermedad. Pero mi abuela me dijo que todo había sido culpa del conejo. Comencé a dudar de mi amor por ellos y sobretodo por Rabito, quien había tratado de matarme. Eso era entonces. Rabito quiso envenenarme porque lo hostigaba demasiado. Es así como, nunca más seguí con mis planes de perseguir al conejo Rabito, y le di su espacio y su metro cuadrado. Pensé que estaba muy traumado, pero mi mamá me dijo que dejara de inventar y suponer cosas, que simplemente el conejo no era el Conejo de Pascua y que no existía. No lloré ni nada, sólo me quedé en silencio, y no hablé por dos días. Ahí murió toda la magia, pero pude volver a abrazar y acariciar a mi Rabito bonito.
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