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martes, 15 de diciembre de 2009

Mi perro infiel

Yo creo que los perros no son los mejores amigos del hombre, y menos de la mujer. Es por eso que cada día pongo a prueba a mi Nash. Para darle o no el título de mi amigo. Mi gordo.
La historia del Nash es bien pelolais, nació con cuchara de plata en el hocico, y provenía de buena familia. En los caninos se les denomina: de raza pura. Yo le digo que fue un tipo con suerte.
Llego a mis brazos una pequeña bola negra con tintes blancos, que lloraba como estúpido, y se escondía debajo de mi mesita de noche. Y así creció, de mi mano y yo de su pata.
Es en su adolescencia donde lo perdí. Se volvió maníaco de su intimidad, ya no dejaba que lo bañara ni siquiera que lo sacara a pasear con su cadena roja pasión. Y se que ocultaba cosas, y eso me entristeció. Andaba con sus peucas, y dejaba mensajes claros de que no lo llamara, ni lo saliera a buscar. Se volvió todo un macho alfa. Sentía celos, así que me vengué. Y mandé a que le cortaran todo lo cortable que tuviese. Así fue.
Después de que era mi partner pelolais, se volvió a un tipo sin coco, perdón; sin testículos. Y con un peinado bien punky. Fue duro para él. Pero volvió a mi.  (Todos vuelven) Y nos volvimos íntimos. No obstante, ahora se considera él el dueño de mi persona. Se pone celoso de que otro semental se me acerque. Y sé que si pudiera, no lo pensaría dos veces en cortarme el pelo, cortarme las pechugas, esterilizarme y ponerme un collar y una cadena. Y salir a jactarse con los demás,de lo amigos que somos. Aunque también,de vez en cuando le pegaría la desconocida ferozmente.

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suspiró